sábado, 23 de agosto de 2014

Efecto Tate.

Puedes odiar o amar a Tate Langdon. En lo personal, yo lo amo. Lo que yo llamo el efecto "Tate" es a tomar un prozac con boost. Lo descubrí de manera accidental esta mañana. Para variar, me levante tarde así que fui todo el camino hacia el IMSS maldiciendo al transporte publico. Lo de siempre: pesarme, una ojeada y darme la prescripción, así que ahora tengo muchas cajas de medicina. Con energizante en mano, mis gafas de sol puestas y a punto de sacar un cigarrillo, me intercepto la gente horrendamente feliz del Herballife. Un sujeto trato de convencerme (después de hacerme nosequé estudio donde decía que estoy físicamente bien y con los órganos internos de una jovenzuela de 18) de dejarme llevar por un desayuno vasto en líquidos. Le rechace con perfecta cortesía, haciendo que la lata chispeara aun en presencia de ellos. Me lo bebí a sorbos por un intervalo relativamente largo (para mi gusto). Una hora antes, la dosis indicada por las mañanas. Fumé un poco sentada en una banca de cantera, y comenzó la alteración sensorial. Mi maldición es ser muy sensitiva y ahora la pago. Un prozac y boost te hacen portarte cual Tate Langdon convenciendo a Violet de estar con él, de ponerte al borde de la taquicardia, querer correr, gritar, reír y romper las reglas; pero mi decoro no me lo permite y estoy primorosamente sentada en el mostrador de la oficina. Aunque me sienta en éxtasis sobrehumano como no había estado en años. Pero el monstruo saldrá a la calle con un Camel en mano para ver a sus sobrinos, solo dentro de unas pocas horas.